Escribir por escribir
No me gusta el puerro, pero igual lo como. Te digo al llegar a la cocina. Sobre el sartén se doran rodajas de distintas verduras, todas añadidas en momentos diferentes para respetar sus tiempos de cocción. Al lado del sartén, una olla con agua que todavía no hierve; las burbujas recién comienzan a desprenderse. (Si estuviera cocinando yo, ya habría puesto los fideos no puedo esperar al punto de hervor). En cambio, vos ya los tenés listos para lanzarlos al agua en el momento exacto.
Vuelvo al comedor para poner la mesa, mientras pienso en el texto que quiero escribir. Me gustaría que fuera un cuento, pero no sé bien qué es. Llevo semanas escribiendo, y aún no logro cerrarlo. Me demoro en encontrar las palabras; luego pienso que no debería buscarlas, y, de alguna manera, llegan a mí, dilatadas pero inevitables.
Podría decir que los tiempos de la escritura son como los de la cocina. Para realizar cualquiera de estos actos, hay una serie de pasos e indicaciones que seguir. También está el sentido común, que en la escritura sería como la intuición: ese sentimiento de que una palabra, aunque no la comprenda del todo, podría encajar perfectamente en el hueco de un texto por escribir. Incluso, intuir que se puede escribir sobre algo que no se conoce a la perfección.
Existen quienes cocinan como un simple acto de supervivencia, y ya. Luego, están quienes, aunque respondan a ese deseo primitivo, buscan algo más. En eso creo que nos parecemos: ni yo con la escritura, ni vos con la cocina, sabemos bien qué buscamos.
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